martes, 16 de octubre de 2012

Octubre 92: llegan las micros amarillas

Foto: J. García
Los cambios en el transporte público de una ciudad siempre son trascendentes, importantes, porque son millones de personas las que se movilizan diariamente, a sus trabajos, a estudiar, a realizar trámites, etc., por lo que cualquier modificación en el sistema de transporte afecta a toda la comunidad de una ciudad.

Y eso fue lo que ocurrió el 16 de octubre de 1992, al ponerse en marcha un cambio que impactó profundamente a los habitantes de Santiago de Chile. Hoy se cumplen 20 años de ese hecho, que para bien o para mal sigue siendo un referente cuando se habla de transporte urbano en la ciudad.

Durante el siglo 20 el transporte se había desarrollado autónomamente, casi sin intervención estatal, excepto en la época en que existió la Empresa Nacional de Transportes (ENT), que luego pasó a llamarse Empresa de Transportes Colectivos del Estado, la famosa ETC (de 1945 a 1981).

A fines de los años 80 habían decenas de empresas y miles de autobuses y taxibuses (micros y liebres, en lenguaje popular) prestando servicios en la ciudad. El nuevo gobierno democrático decidió tomar cartas en el asunto. Los 14.000 autobuses que circulaban por las calles de Santiago provocaban unos atochamientos memorables en las principales arterias capitalinas y afectaban la calidad de vida de la población, pues al no haber normas técnicas establecidas, los vehículos de transporte público liberaban miles de partículas al aire, siendo los principales responsables de los altos índices de contaminación ambiental y también acústica. La Alameda y otras avenidas eran un solo ruido de bocinazos, especialmente a las horas de mayor congestión.

Por otra parte, fácilmente se podía apreciar que en los buses cabían todos los colores y no había regla para la numeración de recorridos. Cada empresa denominaba a su manera los nuevos servicios y sus extensiones. Por ejemplo, las Avenida Matta eran 37A, 37B, etc; las Ovalle Negrete eran las 56 y así sucesivamente.

Bilbao con Pedro de Valdivia
Alameda con Santa Rosa - Foto: R.Aliaga.

Por estas razones, la Secretaría Regional Ministerial (Seremi) de Transportes decidió intervenir en el sector e inició un proceso inédito de licitación de recorridos. La licitación incluía, entre otras medidas, limitar el uso de los buses a no más de 12 años, lo que significó sacar de circulación mucho bus antiguo y en mal estado; enumerar cada recorrido desde el 100 en adelante (con lo que se regulaba el número de máquinas en la calle) y unificar los colores de los buses.

Ese 16 de octubre se produjo el cambio. La ciudad amaneció con otros buses, todos pintados de amarillo con techo blanco. Así nació lo que quedó grabado como un hito en la historia del transporte en Chile: las micros amarillas.

El folleto entregado para
conocer los recorridos
Y además aparecieron con números únicos por recorrido. Se necesitaba un nuevo aprendizaje para tanto número. Por ejemplo, los recorridos de la Yarur Sumar (que eran 13A hasta 13E) pasaron a llamarse 361, 366, 392; las Colón El Llano, que eran las 10, pasaron a ser 339, 340, 343.

En general no hubo cambio de recorridos ni menos un cambio en el servicio. Las mismas micros que el día anterior circulaban pintadas de rojo, azul, verde o blanco, al día siguiente aparecieron todas pintadas de amarillo. Los choferes seguían corriendo para ganar pasajeros y cortar más boletos.

Trece años después, el 22 de octubre de 2005, se puso en marcha la primera etapa del Transantiago: las grandes empresas que asumirían el nuevo sistema se hicieron cargo de algunos de los recorridos de las micros amarillas y durante un año y medio convivieron ambos.


Finalmente el 10 de febrero del 2007 se produjo el otro gran cambio: se inició el Transantiago, con tarjeta magnética, tarifa integrada con el metro y muchos transbordos. Las micros amarillas dejaron de circular y pasaron a ser un mito. Un mito urbano, un mito ciudadano, un mito histórico.

Todavía hay muchísimas personas que anhelan el regreso de las amarillas, principalmente porque con ellas uno tenía varias alternativas para ir a los distintos sectores de la ciudad, porque no había que estar haciendo transbordos, porque sus asientos resultan más cómodos comparados con los de los actuales buses, porque por las principales avenidas (Vicuña Mackenna, Independencia, Santa Rosa, Gran Avenida, Recoleta, Pajaritos, etc.) habían muchos recorridos que permitían llegar a todos los rincones de la ciudad en un solo bus.
Y...  porque mucha gente le decía al chofer: "me lleva por 100".

Foto: busesurbanoschile.cl

1 comentario:

coleccionista de tapitas dijo...

Buenos tiempos ... visto desde la actualidad